Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

jueves, 9 de junio de 2011

El secreto de Gorrindo


 Sir Thomas Beecham


Julio Jorge Nelson pasó el dato sobre el sentido oculto del tango  “Las Cuarenta”.
Promediando una noche de escabio, y con mucho moscato encima habló: -Ese tango está basado en un hecho real. El autor simuló como pudo, pero escribió sobre una historia verdadera, sobre una pasión prohibida.”
Años después, Elma, la viuda de Francisco Gorrindo, batió la justa:-El tango  escrito por mi esposo esconde un secreto inconfesable.
La historia se la contó a mi marido Julio Jorge Nelson.
En La Plata se produjo el drama familiar que narró Nelson. Lo que hizo Francisco fue contarlo  en  “Las Cuarenta”.
Fue así: Un distinguido matrimonio de esa ciudad tuvo tres hijos.
Dos mujeres, gemelas, y un varón. Lo único que recuerdo es el nombre del chico; se llamaba Giordano Bruno.
Le brindaron la mejor educación, fueron a muy buenos colegios, y sus padres eran un ejemplo de matrimonio feliz.
Los domingos, los cinco se daban cita en San Ponciano para escuchar misa.
Los chicos crecieron, y las mujeres se transformaron en las  más codiciadas de la ciudad. De gran belleza, de una sensualidad manifiesta y sin límites, pronto descubrieron en ellas una lujuria africana.
Giordano Bruno, el hermano, las veía desarrollarse, y no se decidía sobre cual de las dos lo atraía más. Las hermanas sentían lo mismo por él.
La pasión  desató en ellas una sangrienta batalla, la que se acentuó cuando se dieron cuenta que Giordano Bruno las espiaba, para aliviarse luego, cometiendo el pecado del segundo hijo de Judá, el popular  Onán Urrá.
Las mellizas se pusieron de acuerdo en rescatar a su hermano de la frustrante autogestión, y directamente le propusieron un menage a trois.
Giordano Bruno aceptó eufórico sin medir las consecuencias.
A partir de ese día retozaban en el borde del fangal. Hasta que un día  cayeron en el barro. Una de las mellizas esperaba un hijo.
Giordano Bruno se dio cuenta en lo que se había metido. Su hermana le dijo:
-Vayamos a un país donde podamos vivir como marido y mujer.
Giordano no estaba de acuerdo, y comenzó a presionar para que interrumpa el embarazo. La otra mujer hizo causa común con su hermano; la convivencia se transformó en un infierno.
Nació un varón al que llamaron José Pablo. Durante los días en la maternidad hubo cierta calma; ésta terminó cuando  llevaron el niño a casa.
Nomás llegar, el averno retornó para quedarse.
Giordano Bruno y su hermana acusaban con total hipocresía a la madre reciente, de ser el descrédito de la familia. Decían que toda la ciudad se burlaba de ellos, y además, tan respetable familia era cuestionada en su moral; algunos amigos le habían retirado el saludo.
La agresión fue de tal magnitud que en plena depresión post-parto la madre de José Pablo se arrojó ante el paso de un tranvía.
Al niño lo criaron su tía y su padre. Cuando creció, le contaron sin énfasis alguno, que su madre había muerto en un accidente.
José Pablo creció con la sospecha en el alma.
Parecía normal, y llevaba una vida como la de tantos chicos.
Pero todo lo sólido se desvanece; los fantasmas interiores se dejaron ver cuando José Pablo se puso de novio con una mujer veinte años mayor.
La novia era de terror. No se había visto en La Plata y alrededores mujer tan fea.
Cuando la presentó en su casa, Giordano Bruno y su hermana no pudieron reprimir un alarido.
Es que la habían visto de golpe, sin estar preparados.  
Por otro lado, Mabel, que así se llamaba el monstruo, era el ser más bueno de la tierra.
La presión familiar no dio resultado y José Pablo se casó.
Se lo podía ver caminando bajo los tilos con el esperpento del brazo; paseos que los vecinos consideraban una grosería, un atentado a la estética.
Julio Jorge Nelson decía:“¿Te das cuenta Francisco? Él nació de una relación entre hermanos. El pibe es un gargajo involuntario, y le pasó su propio drama a la jermu. Su fealdad encarna el horror del incesto.
José Pablo camina con su tragedia del brazo, y ambos son un resabio de la horda primordial”. 
Continuó Elma:-Entonces, con toda la información brindada y conocida, mi marido escribió “Las Cuarenta”.
Fue en 1936. Dos filósofos, Rodolfo Kusch  y  Carlos Astrada hicieron sendos análisis sobre esa letra. Kusch en su libro “De la mala vida porteña”; Astrada en “Sociología de la guerra y filosofía de la paz”.
Le erraron como ciego al timbre.
Fue el místico francés René Guenón, radicado en El Cairo, el que hizo una lectura correcta. Le escribió a Francisco una carta donde comparaba “Las Cuarenta” con una tercina de la “Divina Comedia”: “Soto il velame de li versi strani”. Decía Guenón que descorriendo ese velo se entendía la tragedia de José Pablo. La carta termina explicando que el caso pertenece a los arcanos universales, y a una metafísica del tango. 
En 1955 lo grabó Charlo. Esa versión dio la vuelta al mundo, y  fue un gran éxito en Londres.
El famoso compositor y director inglés, Sir Thomas Beecham, se interesó en él, y cuando vino a dirigir la ópera Otello en el teatro Colón, en 1959, lo llamó a Francisco para hablar de música y literatura.
Al mismo tiempo, su mujer,  Betty Hamby, estudiosa del folclore, se conectó con Santiago Ayala, el Chúcaro.
Mi marido le contó a Beecham cual había sido la letra original: “La mirada turbia y fría”, es la intuición, por parte de José Pablo, de ser un hijo de la insanía más terrible. “Curda ya de recuerdos”, los recuerdos son de terror: Fue señalado en el barrio como engendro demoníaco. “Con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos”. La angustia de José Pablo lo desborda. “La vez que quise ser bueno se me cagaron de risa”. Francisco le contó a Beecham que ese fue el primer verso que tuvo que cambiar. “Hoy no creo ni en mi mismo”. José Pablo nunca creyó en él mismo. La certeza de que algo terrible pasaba en su casa lo acompañó desde siempre: “La desgracia fue mi amante, la esquizofrenia mi amiga, el tabú tiene su contra y toda contra se da”.
Para continuar: “Hoy no creo ni en mi mismo”  Y el remate final: “Por eso no has de extrañarte, si alguna noche, borracho, con el incesto del brazo, alguien  me viera pasar.” Francisco le contó a Beecham que los amigos le dijeron que no podía escribir eso. Porque si bien el tango en sus orígenes tenía alguna connotación transgresora, sobre todo en lo referido a la mujer como excusa para la pasión entre los hombres, el incesto era otra cosa; seria y tenebrosa.
Francisco cambió el verso por :“con la tragedia del brazo”, hasta dar con la versión definitiva.
La historia impresionó a Sir Thomas, y comentó que podrían juntos componer una ópera, sobre la leyenda negra de la ciudad de La Plata.
Cuando Beecham regresó  su esposa se sentía mal.
Llamaron  a un médico que  ordenó internarla de inmediato.
Una hora después Betty había muerto.
Parco, Sir Thomas preguntó:¿-Hay cementerio británico en Buenos Aires? 
Durante la noche se presentó  en el hotel  Santiago Ayala, acompañado de algunos integrantes del ballet, para no dejar solo al viudo reciente.
El Chúcaro contó que en la tarde, mientras  bailaba con Betty, comenzó a revolear las boleadoras sobre la rubia cabeza de la mujer.
Un mal movimiento de muñeca del gran bailarín, hizo que una de las bolas diese de lleno en la frente de su pareja de baile.
El golpe produjo el deceso pocas horas después.
Beecham, luego de mirarlo pensativo, le sirvió un Scotch.
Al día siguiente,  echaron gruesos terrones negros sobre la caja que contenía el cuerpo de Betty Hamby.
Cuando se dirigían hacia la salida del Cementerio Británico, Sir Thomas susurró en el oído de Santiago Ayala: -Me voy a permitir darle un consejo: en la vida hay que probar todo, menos el incesto y la danza folclórica.
Después se tomo la Panagra.

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